Características del amor maduro

  1. El amor maduro vive de la realidad y no de las fantasías. No se queda en las primeras imágenes de la otra persona que lo cautivaron, sino que procura bajar a lo profundo de ella. La acepta como realmente es, aun con sus defectos y trabaja para que la persona que se le ha confiado llegue a la plenitud de su ser. La estimula para que sea, para que se realice y no para que responda a mis expectativas.
  2. Se propone metas a largo alcance. Sabe superar sin desalentarse a las respuestas de cada ser y cada uno puede dar según el ritmo de maduración que posea. Capacidad de vivir a base de valores de larga duración. Tolerancia a la frustración. Elegir y renunciar.
  3. El que va madurando en el amor no teme pedir consejos y ayuda. No teme saber depender razonablemente del otro. Esto lo hace vincularse en una tarea que es común; así construyen juntos, aportando cada cual lo propio a una obra común. Aprende la sencilla virtud de la humildad, por la que se sabe limitado y se capacita a recibir ayuda del otro. Acepta con gratitud el sentirse amado.
  4. Sabe ser independiente. No renuncia a ser él mismo, con sus propias convicciones y características personales. No renuncia a tomar sus propias y más definitivas decisiones en las que, en conciencia, se juega su propio destino personal. Y sabe, por lo tanto, respetar el recinto íntimo de la conciencia de los otros, y apoya para que también otros puedan mantenerse siempre fiel a su propia conciencia y vocación.
  5. Sabe darle un cauce ordenado y razonable a la propia agresividad, haciendo de ella un dinamismo creativo. No se enfada ni envenena con su propia agresividad que reprime por temor; pero tampoco la desborda en una avalancha destructora sobre los demás.
  6. Capacidad de superar el egoísmo instintivo y lograr salir de sí mismo para darse a otro y comprometerse con él. Superar las susceptibilidades. No jugar con los sentimientos. Ser muy sincero con ellos. Poderlos expresar sin temar a ser malentendido o corriendo el riesgo de serlo. Pero vivir en la verdad.
  7. Un amor es maduro cuando no se queda permanentemente en una reciproca contemplación, sino que tiene la fuerza para el compromiso en el trabajo en común; sin medir lo que cada uno hace para echarlo en cara. Se trabaja en la construcción de la familia como una tarea en común en la que cada uno pone de su parte. De este modo, logran la capacidad de asumir responsabilidades, sin angustia. La angustia en el trabajo la provocan la exigencia de responder a expectativas, que impiden descansar y lo obligan a uno a mantenerse de un modo forzado sobre el candelero en la obligación de brillar.
  8. Flexibilidad y adaptabilidad. Obrar conforme a las circunstancias y no de acuerdo a moldes fijos.
  9. Una integración equilibrada de la sexualidad al nivel profundo de la persona; de modo que la donación y la expresión sexual sean muy verdaderas, como signo expresivo de toda una situación de cariño personal, que se hace gratificante. Signo humilde de aceptación y de perdón, que transmite a través del cuerpo lo que va a veces no puede expresar el espíritu. Pero su dinámica arrastre el espíritu. Hay madurez en una hipersexualidad, como también en el tono bajo de expresión.
Dimensión Humana del Amor (Prof. Fernando Briceño U.) – Parte 2
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